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Enfermeros itinerantes en alto riesgo frente a condiciones de atención de COVID-19

David Joel Perea llamó desde Maine, Vermont, Minnesota y, la última vez, desde Nevada, siempre con el mismo pedido: “Mamá, ¿puedes enviarme tamales?”. Dominga Perea los enviaba por correo nocturno.

Así es como se enteraba dónde estaba su hijo de 35 años.

El enfermero itinerante tenía “una tremenda ética de trabajo”, le dedicaba 80 horas por semana, contó Daniel, su hermano.

El enfermero David Perea aparece en esta foto del 6 de abril, el primer día que fue hospitalizado con COVID-19. Murió el 19 de ese mes. (Daniel Perea)

Pero Dominga se asustó “muchísimo”, cuando Perea aceptó un trabajo en Lakeside Health & Wellness Suites, una residencia para adultos mayores de Reno que, desde 2017, ha recibido docenas de citaciones por temas de seguridad de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS).

Durante el tiempo que Perea trabajó allí, casi una quinta parte de los residentes de Lakeside se infectó con COVID-19, según registros de salud del estado. La “máxima prioridad de Lakeside es la seguridad de quienes viven y trabajan en nuestras instalaciones”, declaró un vocero.

Cuando su hijo no respondió a su mensaje el 6 de abril, Dominga supo que algo andaba mal. Perea tenía COVID-19. Murió días después.

A medida que COVID-19 se expande por todo el país, los sistemas de salud continúan sufriendo una escasez crítica de personal no médico, como enfermeras, técnicos de rayos X y terapeutas expertos en enfermedades respiratorias.

Para enfrentar el problema, muchas instituciones dependen de profesionales “itinerantes” como Perea. Las agencias de personal han estado enviando decenas de miles, a nivel nacional, desde los brotes de marzo.

Ahora el virus se está propagando por las zonas rurales, especialmente en los estados de las Grandes Llanuras y las Montañas Rocosas, afectando a su limitada infraestructura médica.

Los hospitales rurales ya dependían de enfermeros itinerantes para cubrir la escasez de personal que existía desde antes de la pandemia, dijo Tim Blasl, presidente de la Asociación de Hospitales de North Dakota. “Te proporcionan personal, pero son profesionales muy caros”, señaló. “Nuestros hospitales están dispuestos a invertir para cuidar a los habitantes de North Dakota”.

Esta situación presenta riesgos para los profesionales y sus pacientes. El ping-pong de este tipo de personal entre ciudades agobiadas y pueblos desatendidos podría introducir infecciones.

Como contratistas, los profesionales itinerantes a veces sufren tensiones que sus colegas de tiempo completo no padecen. Al ser empleados por agencias de personal con sede a miles de kilómetros de distancia, pueden encontrarse en medio de una crisis sin apoyo ni equipos de protección adecuados.

En 2020, el lado positivo de sus trabajos —la libertad y la flexibilidad— sufrió ante unas condiciones traicioneras. Y se redujo el número de los profesionales itinerantes: el trabajo es agotador, complicado y peligroso. Miles de trabajadores de salud de primera línea han contraído el virus y cientos han muerto, según informes de KHN y The Guardian.

El 17 de abril, Lois Twum, una enfermera itinerante de 23 años, de Nueva Orleans, era una de las cuatro pasajeras en un vuelo al aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York.

Cuando esta joven, que se define “adicta a la adrenalina y en busca de aventuras”, acudió a su primer turno en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, dijo que le asignaron cuatro pacientes en una unidad COVID-19 (las enfermeras de cuidados intensivos suelen atender a dos o tres pacientes). Como estos pacientes “en constante colapso” requerían resucitaciones e intubaciones, “prácticamente no había nadie que ayudara”, contó Twum, porque “todos los pacientes eran críticos”.

El hospital no respondió a las solicitudes de comentarios sobre las condiciones de trabajo y el tratamiento que reciben los itinerantes.

Mientras tanto, a medida que los empleados del hospital se enfermaban, renunciaban o eran despedidos por recortes de presupuesto, los itinerantes tomaban el relevo. Se les asignaron más pacientes y también los más enfermos, dijo Twum.

“Fue como si nos hubiesen lanzado desde el aire en Irak”, relató Twum. “Los profesionales itinerantes nos llevamos la peor parte”.

En redes sociales y en grupos de correo electrónico, los reclutadores de itinerantes hacen circular fotos de paisajes bañados por el sol o de costas con el símbolo del dólar, publicitando salarios que son el doble o el triple de lo que cobra el personal de enfermería. Prometen bonos por contrato, reubicación o referencias. Mantienen conversaciones triviales, se interesan por las familias de los itinerantes y les sugieren restaurantes en las nuevas ciudades.

Pero cuando se trata de resolver problemas del trabajo, “estas personas simplemente desaparecen”, señaló Anna Skinner, una terapeuta respiratoria que ha viajado durante más de una década. “No son tus amigos”.

Atrapados entre los hospitales donde se reportan para el servicio y las lejanas agencias de personal, sus protecciones laborales no son claras.

Por ejemplo, según la Ley de Seguridad y Salud Ocupacional, proporcionar equipo de protección es responsabilidad de la agencia, pero los itinerantes que hablaron con KHN dijeron que las agencias rara vez lo entregan.

David Perea habló con su madre por Facetime el domingo de Pascua (12 de abril) desde una cama de hospital en Reno, Nevada. “Se moría de hambre, pero le costaba incluso comer puré de papas”, dijo Dominga, “porque no podía respirar”. A la mañana siguiente, lo pusieron bjo un respirador y nunca se despertó. (Dominga Perea)

La familia de Perea dijo que creía que David no tenía el equipo de protección personal (EPP) adecuado. Su empleador aseguró que eso era responsabilidad de la residencia de mayores. “Depende de cada uno de nuestros clientes proporcionar el EPP a nuestro personal mientras trabajen en asignaciones del MAS”, indicó Sara Moore, vocera de la agencia de Perea, MAS Medical Staffing.

A veces, a los itinerantes se les asignan salas de emergencia o unidades de cuidados intensivos (UCI) con las que tienen poca experiencia. Skinner, especialista en pediatría, contó que aterrizó en las UCI para adultos cuando llegó al Sistema de Salud de la Universidad de Miami en abril. Recibió una hora de orientación, dijo, pero “nada podría haberme preparado para lo que tuve que enfrentar”.

Contó que, durante cinco semanas, intubó a un paciente tras otro; succionó la sangre que entraba en los pulmones de los pacientes y salía por la nariz y la boca; y atendió a las familias que estaban horrorizadas, enfadadas y asustadas. Skinner dijo que el estrés no la dejaba dormir y perdió peso. El hospital no respondió a las solicitudes de comentarios.

Los profesionales itinerantes a menudo enfrentan obstáculos “increíblemente onerosos” en lo que respecta a las horas extra, las licencias por enfermedad o la compensación laboral a la que tienen derecho en virtud de la Ley de Normas Laborales Justas, explicó Nathan Piller, abogado de Schneider Wallace Cottrell Konecky, una empresa de litigios comerciales y de empleo.

Incluso el número de horas trabajadas está fuera de su control, dijo Skinner. Los contratos revisados por KHN autorizan a los itinerantes a trabajar un número determinado de horas, pero sólo se garantiza una fracción de esas horas, y deben ser aprobadas por los administradores en el lugar de trabajo. Las horas garantizadas pueden ser compensadas con cantidades que rondan el salario mínimo, y pueden requerir trabajar en días festivos, que no son reconocidas de manera uniforme.

Los términos pueden ser “modificados de vez en cuando durante el empleo”, según los contratos.

En 2018, AMN Healthcare, una de las mayores agencias de enfermería itinerante del país, llegó a un acuerdo de $20 millones por violaciones salariales que afectaban a casi 9,000 itinerantes. Estas infracciones “parecen bastante comunes en la industria”, dijo Piller, quien trabajó en el acuerdo.

Los itinerantes, apuntó Skinner, tienen que defender sus derechos ante gerentes que acaban de conocer, y “quejarse simplemente no es una opción”.

KHN revisó los contratos de enfermería itinerante emitidos por Aya Healthcare, una gran agencia de personal, y encontró que cualquier disputa —reclamos por despido injustificado; reclamos por discriminación, acoso o represalias; reclamos salariales; y reclamos por violación de leyes o regulaciones federales, estatales o de otro tipo— debe ser resuelta fuera de la corte, en arbitraje.

David Perea —en la foto con su padre, Desiderio— tenía “una tremenda ética de trabajo”, dedicándole 80 horas a la semana a su profesión, contó su hermano, Daniel. (Daniel Perea)

Cuando COVID-19 se expandió por todo el país, los sistemas de salud comenzaron a sufrir una escasez crítica de personal, especialmente entre el personal no médico como enfermeras, técnicos de rayos X y terapeutas. Para enfrentar la crisis, ha aumentado el número de profesionales “viajeros” como David Perea. (Dominga Perea)

Los funcionarios del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios, la Asociación Americana de Enfermeras y la Asociación Nacional de Enfermeras Unidas dijeron que sus miembros han sido suspendidos, o despedidos, de las agencias de trabajadores itinerantes por hablar con los medios de comunicación, publicar en redes sociales o expresar de alguna manera su preocupación ante prácticas injustas.

Matthew Wall, un experimentado enfermero itinerante, lo ha sufrido en primera persona. En julio, a los dos días de su asignación en el Hospital Piedmont Henry de Stockbridge, Georgia, Wall dijo que informó a los administradores del hospital de condiciones “flagrantemente inseguras” para él y para los pacientes, entre las que se incluía un EPP inadecuado, largas horas de trabajo y una alta proporción de pacientes por personal.

Wall dijo que, en lugar de atender sus preocupaciones, el hospital canceló su contrato. El hospital está siendo investigado por el gobierno federal por cuestiones de seguridad después que otra enfermera itinerante muriera a causa de COVID-19 a mediados de marzo. “A los itinerantes se les trata como comida para perros”, comentó Wall. “En el momento en que molestas, se deshacen de ti”.

“Seguimos las directrices de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, junto con nuestras mejores prácticas en el cuidado de los pacientes y la seguridad para todos”, señaló John Manasso, un portavoz del hospital, que se negó a comentar el caso de Wall.

Algunos se sienten entre la espada y la pared. “Sabemos que, si no fuera por nosotros, estos pacientes no tendrían a nadie”, dijo Twum, “pero ver cómo se enferman unos a otros, a diestra y siniestra, te hace preguntarte, ¿vale la pena arriesgar mi vida?”

Skinner, por su parte, aceptó un trabajo como enfermera en Aspen, Colorado. Cuando termine su contrato actual en Nueva Orleans, Wall piensa dejar la enfermería por un tiempo.

Dominga Perea finalmente recibió un mensaje la noche del 6 de abril: “No te asustes, mamá, tengo COVID”. “Reza por mí”.

Vio a David en FaceTime en Pascua. “Le costaba hasta comer el puré de papas”, contó, “porque no podía respirar”. A la mañana siguiente le pusieron un respirador y nunca se despertó.

Meses después, Lakeside no había ocupado el puesto de Perea. “El candidato ideal debe ser un individuo dedicado a proveer cuidados de alta calidad”, decía la lista de empleos, y “capaz de reaccionar a situaciones de emergencia apropiadamente cuando sea necesario”.

El editor de KHN Mountain States, Matt Volz, colaboró con este informe.

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  • Posted on January 21, 2021